domingo, 20 de abril de 2014

Entre el Record Store Day y la Fiesta del Cine.

Hoy, 19 de Abril del año 2014, se celebra lo que se ha dado en llamar el Record Store Day; vamos, el día de las tiendas de discos. He podido leer bastantes críticas, acusaciones y reproches sobre este acontecimiento y, desde este balcón de miserias y vanaglorias propias, confieso que pese a que no he tomado parte alguna en él -ni en esta edición, ni en ninguna pasada- me parece algo positivo. 

Para mí, el negocio de la música cada vez es menos negocio. Tener una tienda es un suicidio comercial. Casi tanto como montar un sello, una distribuidora, una sala de conciertos o una banda. Al menos a "nuestro nivel". No sé si me explico.

Por eso, si a los románticos héroes de la muerte anunciada a pie de calle esto les ayuda a tener unos ingresos extra, pues bienvenido sea. Me la trae floja la FNAC, el Corte Ingles y demás monstruos; sin embargo, tal vez este invento logre que alguna compra inaudita llegue a los maltrechos dominios de una ruinosa tienda atendida por un amante de la música. ¿Cómo no me voy a alegrar?.



El amigo Juanma invirtiendo tiempo y dinero en el asunto que tratamos.

 Yo, que desde hace años prácticamente solo compro discos por correo, no olvidaré las miles de horas que pasaba en Avilés en lugares como Discoteca o Memphis- por cierto, cerradas desde hace mucho tiempo ya-, viendo portadas de discos amontonados en cubetas ordenadas con más o menos éxito, para acabar comprando dios sabe qué aunque solo fuese por la puta portada.



Portada del "Reek of putrefaction" de los Carcass. Fue verla y tener que comprar un LP que no recuerdo haber escuchado del tirón nunca.


 Ya lo dijo Machado "Solo el necio confunde valor y precio". La música, como el cine y  el arte en general, está muriendo no porque su precio sea alto sino por lo escaso del valor que se le otorga.

He citado el cine no por casualidad, sino porque está pasando algo similar. Desde Octubre del 2013, se ha venido celebrando en varias ocasiones la llamada "Fiesta del Cine"que es un evento que ha logrado colarse de una manera más o menos estable en la programación de las Salas de este país aún llamado España. Ese día se marca en el calendario reduciendo las cifras del precio tintado en la entrada hasta más de la mitad de la cantidad habitual. El éxito de esta iniciativa ha sido aparentemente brutal. Una multitud de clientes, ordenados en colas tan retorcidas como infinitas, se agolparon en la calle esperando entrar a disfrutar de la película elegida para la ocasión. El clamor fue unánime, si el coste fuera siempre así de reducido, las salas se llenarían habitualmente, ya que ese es el origen de la crisis de público del sector.

Puede ser, tiene su lógica. Al ser más asequible, seguramente más público pasaría
por taquilla gustosa y repetidamente. Sin embargo, en mi opinión,  lo que ocurre realmente es que el cine, entendido como algo cultural, cada vez tiene menos adeptos y, entendido como un mero entretenimiento, cada vez compite peor con otras opciones de ocio entre el común de los mortales que buscan un plan para desconectar.

La valoración de esta industria se va degradando por momentos; que se pague, aunque sea poco, cada vez es más difícil de conseguir. No se le da ningún mérito a todo el trabajo que hay detrás del producto en cuestión. Exactamente como con la música y los libros, el verdadero problema es la falta de sensibilidad y conocimiento al respecto. Pongo dos ejemplos:

1º) Cuando vivíamos por encima de nuestras posibilidades, y de esto no hace tanto, los cines ya iban mal o por lo menos peor que años atrás. No había crisis económica pero el público prefería consumir ocio en restaurantes o barras de bar antes que en una butaca en penumbra. La cuesta abajo ya era patente, ya estaba internet, esa pérfida sirena que nos mira con ojos de gacela desde la pantalla azul de un ordenador en la intimidad libidinosa y aparentemente gratuita de nuestra habitación.

2º) El Cine español, con todo lo que ha llovido, para la gran mayoría del país sigue siendo "una españolada". Algo cutre, casposo y con olor a aceite quemado, como casi todo lo que se venda con el apellido gentilicio de marras.


Según parece, aún no hemos aprendido a disfrutar, valorar y comprender el cine, la música y el arte en muchos aspectos. Ni como ocio, ni como cultura y, por lo que se ve, tampoco como generador de empleo. Se conoce que debemos ir sobrados de todo ello.


Tanto como de necios.