domingo, 25 de septiembre de 2016

Si no hay casera, nos vamos.

Desde hace varios años se ha instalado en el debate político nacional la posibilidad de utilizar un discurso nuevo, que base su dialéctica en otros términos más transversales frente al clásico eje izquierda y derecha. La idea, si bien innovadora y aglutinada alrededor de Podemos, parece haber tocado techo en el sistema electoral, tal y como está planteado, y por sí sola parece que no logrará hacer acceder al gobierno de la nación a los que la practican. Sin embargo, aunque parezca paradójico y hasta imposible, creo que quien también  ha entendido  la necesidad de este nuevo discurso, para el mismo mensaje de siempre, es el Partido Popular.

 Pese a ser el partido representante de la derecha española -travestida según el día en democracia cristiana europea-, se ha adaptado mejor que nadie a la realidad de la ciudadanía al haber comprendido que España, en su esencia más profunda, ni es de izquierdas, ni de derechas, sino que es meramente conservadora, y se puede ser conservador votando al PSOE, o siendo militante del Partido Comunista, o comprando en el mercado de Aluche o siendo gay pese a que normalmente pensemos lo contrario. Los populares seguirán siendo el partido más votado mientras continúen interpretando mejor que las demás agrupaciones políticas  la realidad de este país.

Tal vez me explique mejor si saco a colación a Cánovas del Castillo y cómo desde Génova se le comenzó a señalar, desde hace unos años, como uno de los referentes políticos históricos mas importantes para el partido. Este malagueño, que fue el artífice de la Restauración Borbónica tras la agitada Primera República Española, entre muchas frases ya aventuró en su día que "La política es el arte de lo posible; y lo que no es posible, en política, es falso" para así, y haciendo de este axioma su refugio, anclar a España socialmente en el caciquismo y políticamente en la farsa del turnismo, en una de las mayores estafas de nuestra historia, siempre en nombre del orden y la estabilidad de lo establecido. Seguramente este afán conservador venga de más atrás, que sea algo atávico por estas latitudes, pero que se loe su figura no puede ser casual, sino algo interesado, ya que no deja de dar argumentos para ensombrecer la herencia franquista de los populares, cosa  que es tan innegable como poco admitida,


Angiolillo, salundo a Cánovas en Zestoa. 


El inmovilismo que defendió Cánovas -ese hombre de estado, mártir de la democracia, que supo vestir a España de la modernidad de lo tradicional a fines del siglo XIX- es el mismo que había gritado aquel españolito de a pie con su "Vivan las caenas" a Fernando VII, y el mismo que insinuó Alfonso Guerra a finales del SXX cuando dijo que "El que se mueva no sale en la foto".


¿Qué revolución ha triunfado en este país? Ninguna, tan sólo las reaccionarias; las que instauraban la vuelta al orden preestablecido. Una cosa es vencer y otra triunfar. ¿Se ha logrado instaurar un nuevo orden en algún momento pese a haber tomado el poder aparentemente? ¿Se ha variado la trayectoria histórica española en algún momento? Seguro que alguien podrá darme nombres, datos y fechas para señalar mi error, pero yo ahora mismo no recuerdo ninguno. ¿Podemos esperar que pase algo parecido en las urnas? Hoy, en jornada electoral en País vasco y Galicia, sigo pensando que no. Dentro de unas horas, cuando se haga el recuento, podré ver si estaba en lo cierto pero me da que, en este país, se seguirá perdonando y olvidando lo que haga falta para no experimentar el vértigo de intentar algo nuevo. Nos aferramos al más vale malo conocido que bueno por conocer como un enfermo que prefiere un cuidado paliativo antes que pensar en entrar al quirófano para lograr una solución definitiva. Por eso se votó al PSOE tantos años y por eso se está votando -y se votará muchos más- al PP, ya que son el experimento con gaseosa y en España, si no hay Casera, nos vamos.