jueves, 25 de diciembre de 2014

MUCHA MIERDA

Llevo ocho años trabajando en una escuela de cine y, como no podía ser menos, sigo sabiendo al respecto lo mismo que cuando entré: Nada. Vamos, que no tengo ni puta idea. Joder, no sé si mi peli mi favorita es "Yo hice a Roque III" de Ozores o "Excalibur" de John Boorman.


Polifonditorris.

 De hecho, una de las pocas cosas que sé de cine- de teatro ya ni hablo- es el origen la expresión "Mucha mierda". Se acuñó esta frase como expresión para desear el éxito a una función ya que la mayoria del público asistente de la época solía desplazarse a la misma a caballo, o a burro que siempre hubo clases. Así, una concurrencia multitudinaria solía significar un alto número de detritus equinos a la puerta del local de marras dada la conocida, voluminosa y poco vergonzosa incontinencia del animal en cuestión. De ahí que lo de "mucha mierda" viniese a desear "mucho público" y éxito en general. (Por dios, que nadie me eche abajo esto que es mi momento cultureta de hoy.)

En definitiva, en casa de herrero, cuchillo de palo. Qué se le va a hacer, España y yo somos así, pero tal vez, justamente por eso, puede que mi opinión sea la que de verdad cuente a la hora de valorar una película. La inmensa mayoría del consumidor de cine habitualmente no sabe prácticamente nada de lo que hay detrás de él, nunca lee a Carlos Boyero y "Fotogramas" le suena a una revista de esas donde salen en portada Isabel Pantoja o el hijo de la Baronesa Thyssen.


Menudo montón de mierda no es lo mismo que "mucha mierda".


Sin embargo, sé perfectamente que el oficio de contar historias es más que necesario, que reafirma la memoria y aviva la imaginación. Nos recuerda que somos humanos e intenta enfatizar nuestra capacidad de empatizar, de conocer y de ver por otros ojos, cosa que día a día se hace más necesaria que nunca. Eso deberíamos saberlo todos.

Por una de esas extrañas circunstancias que unen y separan, me he decidido a escribir algo sobre dos compañeros de sinsabores laborales justo antes de que su sueño hecho realidad empiece a desfilar delante de millones de espectadores: Hoy es 25 de diciembre y mientras que una miriada de cartones se apilan grotescamente al pie de otros tantos contenedores desbordados, Juanfer y Esteban estrenan en el cine "Musarañas", su primer largometraje. Menudo regalo.

Hay un dicho que dice algo como que "sin padrino no hay bautizo", y más o menos ha sido así. Como el vino en la barrica, la solera la da el tiempo aprovechado. Aquellos folios mil veces reescritos, yendo de repisa en repisa, por fin se han plasmado en imágenes tras el trabajo y la sana locura de las ideas fijas y la constancia. El norte es el norte pese a que la incertidumbre nos haga dudar hacia donde dirigirnos. Les admiro por eso, ojalá yo tuviese la mitad de su determinación y un cuarto del valor demostrado para afrontar un reto semejante. Fruto de ello y gracias a esos golpes de timón que nos da el azar, el proyecto va avalado por grandes nombres, apellidos famosos delante y detrás de las camaras, así como cantidades importantes de dinero. Bienvenidos sean. Todo ello es fundamental pero no imprescindible, lo importante es la historia presentada y cómo se cuenta, el talento y no la negociación, el triunfo de la insensatez de la valentía frente a la prudencia de la cobardía y el saber aprovechar las oportunidades que el tesón te puede llegar a ofrecer.

Tuve la suerte de poder asistir a la "Premiere" hace unos días y espero poder repetir la experiencia en apenas unas horas; quiero volver a sentirme un guiñapo; sufrir de nuevo mientras juegan con mi empatía, mi odio, mi rechazo y mi comprensión más absoluta. Es la vida misma la que se muestra ante nosotros. Quiero volver a perderme en ella, en esa mezcla sin sentido aparente de locura y orden que es el día a día de cada uno de nosotros, hojas zarandeadas en circulos perfectamente dibujados en el aire por una mano incansable e inaccesible.

Quiero volver a ver a Montse luciendo su vestido negro como una venda sobre los ojos más grandes a los que nadie ha querido asomarse jamás. Su historia es la nuestra, la osadía del silencio y el coraje del llanto. Quiero volver a palpar el desgarro de esas frases lanzadas al aire como cuchillos que se vuelven contra el que las pronuncia; asistir al espectaculo de lo insondable, del misterio del por qué todo pasa y todo vuelve; de la vida misma expuesta frente a nosotros de golpe y porrazo, cruda y fascinante.

La diferencia entre la risa y el llanto, entre el valor y el miedo, es la misma diferencia breve que hay entre una puerta que se abre y otra que se cierra, entre la inocencia y la culpabilidad, entre lo bello y lo horrible. Tal vez todo dependa de la mirada del espectador. Ahí radica el encanto de los ojos entreabiertos de Montse, de su languidez, de su vitalidad, de su fuerza, de su constante interrogante. Hasta que no veamos a través de ellos, no entenderemos nada de la vida, menos incluso que yo de cine.

A mis cuarenta años, no tengo ni puta idea, ni de una cosa, ni de la otra, solo quiero dar las gracias.

Gracias, Montse.



La vida juzga, nosotros no deberíamos.










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