En el arranque del presente año la realidad nos ha regalado un giro tan inesperado como tremendo. Desde las calles de París nos ha salpicado la sangre de unas jornadas acribilladas a balazos repartidos entre caricaturas retorcidas y gritos de martirio irreconocibles. Tras el breve desconcierto inicial, pronto se ha explicado un escenario en el que se nos presentan unos enemigos irreconciliables pero llenos de matices, de sombras, de luces cegadoras y de dudas más o menos paranoicas. Pueden ser dos civilizaciones enfrentadas; dos épocas contrapuestas; unos tristes peones en una partida de ajedrez tan descomunal como oculta; una conspiración desde las alturas o una bofetada desde la inmediatez surgida de las cloacas de las calles por las que evitamos pasar.
Sinceramente, no tengo ni puta idea de lo que está ocurriendo. Solo veo muertos que me hacen sentir la tremenda impotencia de no poder abarcar lo suficiente para afirmar algo con seguridad. Tengo la sensación de que se me escapan muchas cosas y a la vez asumo que me pierdo entre tantos puntos de vista diferentes que consulto sobre lo acontecido. Ahora mismo no sé si escucho mucho o poco.
Admiro y desprecio a la gente con las ideas claras. Me río pero sigo atentamente a los tertulianos expertos en política internacional, cultura árabe, geopolítica -y lo que haga falta- que, curiosamente, son casi los mismos que hace nada dictaban sentencia inmediata sobre los protocolos del ébola, el problema catalán, las preferentes y hasta la crisis institucional del Racing de Santander. Todos ellos enseguida han tenido perfectamente claro lo ocurrido y tan sólo suelen chocar en la solución al problema. Paralelamente, y casi a la vez que éstos, vuelven a surgir las voces que, desde el anonimato de las redes sociales o parapetadas tras el rostro de personajes más o menos conocidos, apuntan en una dirección radicalmente contraria, basándose en conspiraciones del Nuevo Orden Mundial ejecutadas por los servicios secretos de marras.
A ambos, a los que todo lo saben oficialmente, y a los otros, los que revelan lo que se nos quiere ocultar como nuevos Prometeos, unas veces les oigo, otras les escucho y, en la mayoría de las ocasiones, les ignoro, ya que me aturden demasiado entre todos y no puedo pensar con claridad.
Willy Toledo, Prometeo desde Cuba: "falsa bandera" |
Ramon Pérez Maura, oficial y caballero desde el ABC: "es el Islam". |
Me siento tan perdido como el niño que en el patio del colegio nunca era elegido por los capitanes de los equipos para jugar en el recreo. No me logro identificar ni con unos, ni con otros, y me limito a tomar una distancia prudencial porque, realmente, todo esto me supera.
El padre de un amigo me dijo una vez que la mayor diferencia entre el mundo árabe y el cristiano es haber pasado, o no, por un proceso tan complejo y transformador de la sociedad como fue la Ilustración culminada por la Revolución Francesa. Tal vez alguien nos quiera hacer entonar la Marsellesa, como símbolo de todo ello, contra el enemigo que nos ataca. Tal vez ese enemigo sea real, tal vez no. Tal vez el rival sea otro, o tal vez tengamos tres de ellos muertos y podamos respirar un poco más tranquilos.
Azken Guda Dantza: Grita libertad y seré tu esclavo. |
La vida puede ser extremadamente complicada e increíblemente sencilla de la misma manera. Creo que hay que ser muy honesto, y hasta valiente, para decir que no tienes ni puta idea de algo. Pues bien, yo no tengo ni puta idea de lo que ha pasado en Paris con Charlie Hebdo.
Pero ni puta idea.
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