martes, 19 de mayo de 2015

NO HAY NADA MÁS JODIDO.

Hola Manuela, tan solo aprovechar para hacerte una confesión: deseo que sufras las desgracias de la política. Deseo que pagues durante varios años el peaje que acecha entre las palabras y los hechos. Cuantos más años mejor. Lo deseo con todas mis fuerzas.

Ojalá la inmensa mayoría de tus noches sean cortas, que cada una de ellas esté salpicada por una preocupación, por la duda de cómo vadear un nuevo obstáculo en tu camino; me encantará ver como tus ojos van reflejando el peso del trabajo, del sacrificio y la dedicación exhaustiva sin que ello sea capaz de sepultar tu rostro amable entre tantas toneladas de responsabilidad. Créeme que no te miento.

Espero que logres enseñar como la paciencia y la comprensión han de ser algo recíproco; que la empatía puede ser algo real; que te hagas entender y que te entendamos; que nos convenzas de que este ansia de cambio, vilmente depositada en ti, no es un regalo envenenado sino una tarea ardua, seguramente ingrata pero tal vez posible.

Este domingo iré a votarte, con la esperanza de que mi voto se sume al de muchos, para que puedas resolver mis dudas soterradas y demuestres finalmente que toda esta ilusión que me aturde no es algo naif, banal, o un arrebato inútil -casi infantil-, sino una decidida renuncia a la cobardía de la prudencia y la comodidad de lo asumido.

Lo peor está por llegar porque ambos sabemos, Manuela, que no hay nada más jodido que las ganas de cambiar.






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