viernes, 27 de noviembre de 2015

Gracias por hacer.

Esta semana cumplo ocho años en Madrid, una de las ciudades con peor prensa y con mayor corazón que conozco. Decir Madrid es llamar a voces al hombre del saco de los supersticiosos, de los que viven aferrados al miedo y la seguridad malsana del tópico injusto. Hablar de él es intentar transmitir el abrazo con el que te recibe; tratar de explicar por qué te puedes sentir parte de un lugar aparentemente inabarcable en el que cabe todo el mundo, pero que no deja de ser resultado de la unión de muchos pueblos. Tal vez por eso Madrid sea la más grande de las ciudades. Tal vez.


Hoy se ha hecho oficial que una parte de ese Madrid mío pasará a ser un recuerdo más. El Rock Palace​ finaliza una etapa y unos amigos darán un nuevo paso adelante para poder escudriñar qué hay tras esa línea infinita e inapelable que es el horizonte, ese renglón con el que nos sorprendemos al descubrir que cuando una página se acaba, otra a su lado nos aguarda. Puede parecer que apenas hay que atreverse a levantar la mirada, pero eso tan solo lo hacen los valientes, los que rehuyen la seguridad de la colmena asidos a la cobardía de la comodidad.


Gracias a la gente que durante estos cinco años nos ha dado de beber y de escuchar. Gracias por haberme dado el lujo de poder compartir recuerdos en lo que nos queda por escribir. Gracias por los abrazos y gracias por hacer Madrid.




El Palacio del Rock.

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