jueves, 8 de abril de 2021

NECEDAD METAFÍSICA

Avilés, a raíz de la la industrialización abordada por el régimen franquista desde la mitad de la década de los 50, ha sido una de las ciudades más contaminadas de España. Lo fue durante muchos años. Seguramente mi generación haya sido la última que creció al amparo de aquellas chimeneas tan grandes que nunca paraban y, a la vez, la primera que tuvo que empezar a plantearse mayoritariamente salir del pueblo a buscarse la vida tras acabar de estudiar. El país industrial comenzaba a generar a mansalva leyendas urbanas migrantes.


Estar enfermo de niño en los 80 significaba ir al Ambulatorio de Llanoponte y ver la ría así.  


El caso es que creo que la mayoría de los que allí crecimos tuvimos una infancia feliz y una adolescencia efervescente. Por mi parte quiero añadir que el paso a la madurez fue algo desilusionante y tedioso. Seguramente siempre haya sido así, en todo tiempo y lugar, pero el caso es que comencé a desarrollar una relación de amor odio con la ciudad que me vio nacer y crecer.

Exactamente lo mismo me ocurrió con Pablo. Tras la barra del Culebro, con su constante mal humor, sus quejas rotas por unas risotadas envueltas en nicotina y unas eternas gafas de pasta, este chico desprendía un carisma personal imbatible. Era insoportablemente magnético. Apenas tenía un año más que yo, pero me sacaba varias vidas de ventaja. Para los que no lo sepáis " El Culebro" era uno de los pilares del Avilés más oscuro. Un bar entre una residencia de monjes franciscanos, un restaurante de menú del día y un histórico prostíbulo en la zona portuaria del casco antiguo de la villa. Esta localización, sobre todo en los años 80, era sinónimo de cierta decandencia, carácter forjado y esa extraña belleza que brota de las magulladuras. Desde la apertura del bar toda clase de lumpen, inadaptados y gente a contrapelo, se daba cita en aquel tugurio que para muchos quinceañeros fue el balcón al que asomarnos a las drogas, el hardcore, el grind, el rap, el mundo del skate, la contracultura y el underground más duro en general. Imposible resistirse. Todo fue gracias a Pablo, sobre todo cuando se puso al frente de aquel negocio que hasta entonces llevaban sus padres. Esto debió ser a  finales de los 80 si no me falla la memoria.

El Local y su gestor.


Fueron muchas noches, algunos conciertos y multitud de gente diferente, lo que hizo de aquel lugar uno de los espacios más sui géneris, no solo de Aviles sino de toda Asturias, regentado por un chico de rictus serio y -la mayor de las veces- con la cabeza rapada, dejando ver unas cicatrices enormes que se paseaban por el cráneo como un aviso a navegantes. En el Culebro descubrí muchas cosas, mucha gente, y seres a medio camino entre ambos términos. Escuché música nueva a todo volumen, me hablaron de arte, de literatura y de aberraciones políticas y politoxicòmanas de todo tipo. Entre muchas de las cuestiones que Pablo nos mostró, porque quiero hablar no solo por mí, fueron los fanzines.  Recuerdo algún número de uno llamado "Hostias en el bar", hará cosa de 30 años, colgado en la columna que había en medio del local. Desde entonces, y en todo este tiempo, el nombre y temática de los proyectos en los que Pablo se embarcó ha variado mucho, pero el caso es que gracias a esta querencia por el corta y pega fotocopiado durante tantas décadas, ha ido demostrando que es un artista con un gusto, una clase, una sensibilidad  y un saber hacer digno de la mayor de mis admiraciones. Y si la forma es impecable el fondo es fundamental: Pablo es Avilés.

Líneas más arriba os decía que mi relación con él, como con nuestro pueblo (tan natural como las gotas de lluvia estrellándose al caer contra el suelo) es de amor odio. Hemos discutido y reído, hablado más y menos bien a lo largo de todos estos años de tiempos difíciles en lo laboral y épocas de paciencia escasa por nuestras vidas personales. Hemos disfrutado la fiesta y sufrido la resaca. El caso es que, cuando estamos ya más cerca de los 50 que de los 45, las cosas que nos importan son las verdaderamente importantes: saberse compañeros. Compartir un viaje vital, a lo largo de tantos años, y con tanta gente, coordenadas y circunstancias en común, es algo muy valioso. 

Por eso cada vez que voy a Avilés me siento más cómodo, porque aunque ya no viva allí y los tiempos de adolescente ya no volverán jamás, sé que forma parte de mí y que yo soy como soy por haberme criado en sus calles. A día de hoy soy capaz de ver lo bello que tiene y hablar de él hasta con orgullo. Precisamente con ese orgullo quiero  anunciar que, en uno de los proyectos más ilusionantes e importantes de mi vida en los últimos 20 años (decidirme a editar impresas algunas de las cosas que escribo por estos lares), Pablo ha querido tomar parte co-editando, a través de su sello La Internacional Fanzinista, dicha publicación que se llamará "El valor del necio". Además, y por si fuera poco, este fanzine tendrá varios collages suyos en las ilustraciones que acompañan a los textos elegidos. Obviamente, estoy muy emocionado y no puedo estar más orgulloso. Para mí es un auténtico honor.


La memoria es una pared que se viste con jirones.



Pablo, te agradezco mucho tu trabajo, tu interés, tu confianza y tu arte. Muchas gracias, amigo, por hacer nuestro pueblo algo mejor.


Avilés

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